Antiguamente, la mayoría de las tigresas blancas no trabajaban y se buscaban un mecenas que las mantuviera durante los años en los que realizaban las prácticas. A esta figura del mecenas se la denomina Dragón de Jade, quien, además, se beneficiaba de los avances y conocimientos de las tigresas blancas. Estos dos personajes no deben vivir juntos. Si lo hicieran sólo podrían mantener relaciones sexuales una vez por semana. El Dragón de Jade presencia las felaciones de su tigresa pero no puede ser visto. Existe un reglamento minuciosamente redactado que define perfectamente como debe ser la relación entre una tigresa y un dragón. Como dice el libro de Hsi Lai, «la tradición china tiene al tigre como el animal más dominante de la tierra y al dragón como al más dominante del cielo. En un sentido metafórico, siempre están luchando entre si para dominar el uno al otro y cuando se unen en un éxtasis lleno de dicha, alcanzan la armonía suprema».